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dimarts, 2 de febrer del 2021

Venècia a Serenísimo asesinato, de Gabrielle Wittkop

En Venecia todo es diferente. ¿Diferente de qué, sino de Venecia?... Una ciudad que sólo muestra la mitad de si misma, suspendida sobre millones de árboles talados, sobre los bosques de Istria, los grandes troncos derribados, arrastrados, descortezados, tallados en forma de estaca, plantados en el cieno, erguidos y alquitranados como momias, robles atados con cadenas, ceñidos de hierro, inmovilizados por la arena desde hace eras, doblemente difuntos, largos cadáveres entorpecidos por depósitos calcáreos, mejillones muertos, algas putrefactas, envueltos en residuos innombrables, en harapos descompuestos, en osamentas. Ciudad gemela bajo la ciudad, réplica invertida de los palacios, de las cúpulas, en la que todo canal se convierte en el cielo del Hades, respuesta más no reflejo, pues ésta es la ciudad de las tinieblas, aquella cuyos cielos siempre son negros, la ciudad deabajo, el otro lado. (p. 66)

Entretanto, los cafés iluminados a giorno rebosan de pedantes, aventureros, espías, timadores, que ríen, charlan, escuchan, con el tricornio en la cabeza y la máscara  apartada sobre l oreja. Se hacen visitas hasta medianoche, se juega en los garitos. Ocultas bajo la bauta, las máscaras deambulan y se inclinan en el vaho rojizo, sin sacar la mano del manguito sino ante las mesas donde los tahúres echan raíces durante horas al quince, al ciento, a los dados, al faraón, a la baceta, al bacarrá, al pároli, al bisbís, mientras las velas lloran su cera amarilla sobre los sombreros. Asimismo enmascaradas, las vendedoras de rosquillas, las ramilleteras de falda corta, las muchachas galantes, mal disimuladas por su cendal, circulan entre la multitud. El aire denso resulta terriblemente cálido en esa caverna infernal, mezcla de todos los perfumes y todos los hedores, que se depositan en capas grasientas sobre los espejos. La gente se queda hasta la hora en que el Canal Grande toma un olor plomizo antes de desaparecer bajo las barcas de los hortelanos. No obstante, en los recodos de jardines secretos donde sucumben moscas de vientre blanco, en la esquina de palacios que flanquean leones sarnosos, una Estigia sin sauces ni cañas, una marea de tinta chapotea lúgubremente. Tal vez la ciudad este a punto de ser engullida en un instante. La noche siempre aporta algo cuando los espejos se anegan en tinieblas. Unas linternas pasan veloces sobre un puente. Cantos siniestros y obscenos llegan de no se sabe dónde. Resuena un largo grito.Un fanal de galera arde en el patio de un palacio. Es posible encontrarse en secreto en el Uomo Selvaggio, albergue de mala fama donde las sirvientashacen compañía a los clientes y donde sirven un vinazo llamado Alfabeto, a cinco soldi el cubilete. Se trata de un pérfido brebaje que vierte vitriolo en la sangre y deposita salitre en la lengua, un filtro sucio y vigoroso que impulsa a darle a la sin hueso. (p.37)

A: Serenísimo asesinato, de Gabrielle Wittkop. Traducción de Rosa Alapont. Anagrama

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