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dimarts, 4 de març del 2014

Mulay Idris, segons Edith Wharton

Inmediatamente, en las altas ventanas de las casas llenas de misterio distinguimos unas cabeza cubiertas con velos, y unos ojos que, mirándonos de soslayo, nos inspeccionaban con cautela. Pero el barrio estaba desierto y seguimos caminando, sin cruzarnos con nadie, hasta la calle de los Tejedores, un estrecho y silencioso pasadizo que discurre entre unos nichos encalados de poca altura que se parecen a los cubículos de un convento. En cada nicho había sentado un joven con aire muy grave y ataviado con una túnica blanca, haciendo con paja prietamente trenzada un enorme cesto con forma de ánfora para meter cereales. Las hojas de parra y los zarcillos, colgaban del techo de caña que había sobre sus cabezas , y las clásicas sombras de los racimos de uva caían a nuestros pies. Era como caminar por una vasija etrusca de color blanco adornada con guirnaldas de vides negras.


D’En Marruecos, d’Edith Wharton. Traducción de Mariano Peyrou. Editorial Pre-Textos. p.52

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