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divendres, 14 de març del 2014

Manual del viatger explorador per Àfrica, segons Joaquín Gatell (El Caíd Ismail)










Manual del viajero explorador por África

El que por primera vez en su vida está para emprender un viaje a un país incivilizado se hace mil ilusiones con respecto a las peregrinas aventuras que, en su concepto, le esperan. Seducido por los relatos que le han hecho o entusiasmado por sus lecturas, espera ansioso el momento de partir para satisfacer su sed de novedades, para ser testigo de estupendas maravillas. la curiosidad le arrastra y en su mismo afán, preocupado en sus ideas, se representa las escenas y los objetos que va a presenciar con los colores más halagüeños. Espera ser pronto un héroe de sus leyendas, sin tener en cuenta lo que éste habrá sufrido. Sabe con certeza que le aguardan penalidades y fatigas, pero no por esto se arredra, porque su impaciencia sofoca todo temor; sabe también que va a exponerse a graves peligros, lo que no deja de halagarle, porque entonces no los ve más que en su imaginación, y espera eludirlos con la mayor facilidad; grandes obstáculos se opondrán a su paso, pero todos se promete vencerlos. Antes del viaje todo es fácil y seductor; una expedición atrevida es el colmo de la fruición para hombres inexpertos. Pero el viaje se emprende y al poco tiempo cambia de repente la escena. Satisfecha la primera curiosidad, se empieza a notar que el cuerpo se fatiga, que el espíritu se abruma y el corazón se fastidia. Allí donde se esperaba encontrar palacios encantados no se ven más que miserables chozas; en lugar de tipos seductores se le representan fachas; las escenas son casi todas de terror y barbarie; la civilidad consiste en groseras jerigonzas, y si a todo esto se agrega un peligro real y verdadero, entonces se echa ya de menos la calma y la tranquilidad que se disfruta en el suelo patrio.  Sin embargo, esto no debe desanimar a los noveles viajeros: el hombre de corazón no se arredra ante los contratiempos. lleva siempre por delante el objeto que se ha propuesto; el cumplimiento de su deber le compensa de sobra por sus penalidades, y hasta en sus mismos sufrimientos encuentra un placer, persuadido de que sus trabajos perderían su mérito si no fuesen elaborados en medio de sacrificios. Cuando mayores sean éstos, más grande será su satisfacción, y al fin de su viaje un noble orgullo se despertará en su alma al ver que ha llevado a cabo una empresa meritoria trepando por todos los obstáculos.
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Los objetos que deberá llevar el viajero, más o menos necesarios para la exploración, consisten en: reloj, brújula de bolsillo, barómetro aneroide, termómetro de bolsillo, podómetro, grafómetro; suficiente papel y precisos efectos de escritorio; efectos para dibujar, con papel transparente para copiar dibujos y un pequeño estuche de matemáticas; medidas métricas; un almanaque; uno o varios mapas, si existen, del terreno que deberá recorrer, y finalmente un cronómetro, que podrá servirle para tomar longitudes, teniendo presente que este instrumento es también susceptible de desarreglo. Si no lleva cronómetro, podrá proveerse de dos relojes, así domo de dos brújulas, por ser estos objetos de entera necesidad, uno de los cuales estará de repuesto; teniendo cuidado de no tener ninguno de los relojes mucho tiempo parado, Será bueno que el podómetro lleve en sí una brújula.

De "Manual del viajero explorador por África". A: Viajes por Marruecos, de Joaquín Gatell (El Caíd Ismail). Miraguano Ediciones. p. 409

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